Lo impropio
tengo frente a mí
una foto,
de lo que hoy
pienso,
es la familia.
estamos nosotros tres
el negro, Are y yo
recién salidos
al sol del verano.
la imagen muestra atrás
la puerta corrediza
de vidrios espejados
del sanatorio.
me veo en la habitación,
pasadas solo algunas horas
del parto de mi hija.
me levanté rápido, casi urgente,
y sin hacer mucho ruido
agarré la ropa que tenía
preparada en una silla,
fui hasta el baño
prendí la luz y me miré al espejo,
de a poco, no me animaba
a hacerlo con profundidad.
casi en puntas de pie me acerqué
al inodoro, bajé la tapa,
apoyé las prendas
y me saqué la remera.
desnuda
me vi los pies,
no me acordaba cómo era mirarlos
tan directamente.
entré a bañarme
abrí el jabón,
con la cabeza un poco inclinada hacia atrás
me sumergí en la lluvia, salía fuerte,
de a poco fui dejando que la cara también se moje
moví el cuello levemente, de adelante hacia atrás,
me acuerdo, pelo y cara, cara y pelo
lloré, lloré mucho,
el sonido del extractor ocultaba
la rudeza de mi llanto.
sin salirme de esa incomodidad
elevé los empeines
flexioné las rodillas
y bajé hasta quedarme
en posición fetal
procuré no tocarme
sentí el agua
correr en mi espalda
la velocidad con la que latía
mi corazón
parecía querer huir hacia algún lugar
pero yo estaba ahí,
con el cuerpo partido,
otra vez
nacía.
Tangram
Cuando
llega la noche
nos
encontramos solos
sentimos
miedo
y
anhelamos que venga el día
como
si este
pudiera
devolvernos algo.
Con
mi hija tenemos preparados
ciertos
rituales, pueden cambiar
pero,
las dos sabemos cuáles son
los
que mejor funcionan.
¿Mamá
vos lo abrazás a papá de noche?
me
pregunta, mientras yo le explico
que
tiene que dormir sola,
y me
doy cuenta de que casi siempre
pedimos
a los otros lo que
por
nosotros mismos no
alcanzamos.
Leemos
Pipi Calzaslargas
un capítulo
por noche, o casi,
dejamos
en suspenso lo que ocurrirá
y
nos pasamos el día jugando a adivinar cómo.
Ya
pasamos la mitad del libro,
ella
lo agarra, ¿todo esto leímos má?
todo
esto respondo,
qué
rápido pasa el tiempo,
no
te preocupes, me apuro
que
cuando lo terminemos
volvemos
a empezar.
Después
le canto
sus temas
preferidos,
luna
lanar y peixinhos do mar,
la
abrazo y cuando siento que cambia
el
ritmo de su respiración, le doy un beso
bajo
primero una pierna
la
otra, un brazo y el otro para salir de la cama
con
el medido cuidado
para
que no se despierte.
II
Muchas
veces me pregunto
cómo
recordará mi hija su niñez
qué
será para ella un recuerdo
y,
quizás por ese ejercicio de preguntarme,
descubrí
la
voz dulce de mi nona
el
mate de bombilla con un poco de leche
las
tardes sentadas una enfrente de la otra
hablando
de las historias de su niñez
en
las montañas, cerca del lago
en
ese lugar en el que la escuela, a la que nunca fue,
quedaba
tan lejos.
La
palangana con agua caliente
para
bañarnos,
el
olor de la salsa con romero
y el
sonido del tenedor
en
la mesa de madera con harina
cada
vez que armaba ñoquis.
Criar
es construir un nido, dar un lugar
criarse
es encontrarlo
hacer
el propio
es
ir aprendiendo que
donde
yo entro cabe otro,
no
de cualquier forma
hay
que ir probando
como
si fuera un tangram
como
si fuéramos más
que
un solo yo.
Ph. Tom Hoying
Belén Campero
Nací
en Rosario en la primavera de 1978, definirme no es algo que me quede cómodo,
no sé si hay un talle justo para eso, pero entre todos los posibles, prefiero
el de trabajadora. Estos poemas pertenecen a “Cuando morimos nos quedamos en casa” un libro de inédito.
Hermosos!
ResponderEliminarHermosos!
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