Distintas
Estuve en ese cuerpo cuando cargabas los años que ahora
tengo. Me vale hablar nomás de la granja y las plumas de gallina revoloteando
en los rincones, la matanza para sobrevivir a puchero. Dos críos y una por
venir.
Soñé que eras joven y feliz, que bailabas en las aguas de un
río con un hombre enamorado.
Escribo esto para no quedarme sola, porque en ese miedo nos
parecemos. También en la obsesión por el lugar de las cosas, el parpado caído,
los ojos chiquitos e indefinidos y la espalda encorvada.
Escribo desde la incomodidad del espejo que tanto nos cuesta
habitar. Como si pudiera evitar parecernos, como si te conociera más de lo que
vos me conoces a mí.
Saladillo
Es cinco de marzo. Camino
al costado de ruta 205. Celebraríamos tu cumpleaños. El olor al pasar
por una verdulería me trae esas madrugadas de trabajo en familia. Los cuerpos
congelados empujando el Torino, las brazas en un tacho, el gato enroscado al
cuello, el patio tapado de cajones. El olvido pierde la pulseada con los
sentidos. Llego a la casa donde viviste y nada permanece igual. En la puerta
hay un sauce, dudo si antes estaba ahí.
El impulso que me trajo hasta el pasado me dice que soy este
barro bajo mis pies. Me dice que sos el Sanlamuerte
que encontré andando, y el perro que ladra sólo en la esquina. Me pregunto
a quién ves y si de refilón deseaste la muerte como yo te la deseé.
Una mano tendida como un arma que se queja aparece en una
foto que no me permite esquivar la herida. Respiro un grito que no alivia
cuando tu voz es ceniza. Esos restos son algo tuyo, viejo.
No lloro. Este árbol
que me sostiene, con un tronco joven pero fuerte, tiene la edad del tiempo sin
vos. Cierro los ojos, y aparecen imágenes
como bocanadas de fuego. Ahora la
intemperie las despierta y las obliga a salir, como sueños, pero más
descarnados.
Hay un último tono que se percibe en el cielo un segundo
antes de llegar la noche –digo- o ¿cómo
traducirte un color?
Golpe de luz que lastimó la oscuridad.
Florencia Lo Re
Nací en Moreno, provincia de Buenos Aires. Escribir me ayuda
a pensar, y fotografiar a recordar. Me
pierden los días de lluvia, las librerías y los abrazos sinceros.
Maravillosa
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