lunes, 31 de julio de 2017

Ese día

Lo extraño,
a ese que todavía, de cuando en cuando
me consultaba
y esperaba mi respuesta.
Quizás no lo sepa,
pero un día no preguntó más nada.

Confié poco en mí.
Me da miedo cuando pienso que eso,
a él, le gustaba.
Su palabra como orden capitana
y yo que me senté
en el último banco del aula durante años.

Fue al final,
cuando una mañana dijo
“te vas a arrepentir toda la vida”.
Pensé que nuestra hija y él
iban a morir juntos, ese día
y un vaso de whisky con agua,
explotó muy cerca de mi cara.
El vaso, las cosas, haciéndose eco de mí.

Lo ví como un niño
intentando hacerme volver,
y lo dejé de amar para siempre.

Amanecí fría como el cauce seco 
de un río esperando una corriente húmeda.
Me duelen tanto ahora mismo los motivos que no puedo repasarlos.
Me rehúso.

Quiero verlo llorar desconsolado para calmarlo
como esa tarde en que los diques no dieron abasto,
y no importó que nuestra hija nos tuviera miedo.
Hubiera detenido el tiempo en ese día,
aunque no creo haber sentido más dolor alguna vez.

¿Qué sentirá un pez cuyo captor lo devuelve al agua?
Alivio y dolor.
Dolía sí, pero estábamos en el agua.
Luego el pez enloquece y sale a tierra
se imposta

y vive como muerto. 

(PH: Roland Voros)


Laura Martín
Nací en 1978, en Buenos Aires. Estudié psicología porque me interesa tomar contacto con el padecimiento humano, el propio y el del otro. Trabajo en salud pública en una villa de la Ciudad de Buenos Aires. Empecé a escribir a mis doce años en la Olivetti de mi mamá, para hacer algo con la inundación que significó mi pubertad.  Luego por un largo tiempo no escribí y hace un año una nueva inundación reavivó mi deseo. Escribo intentando dar forma a las experiencias que me conmueven. Escribir es para mí rotundamente autobiográfico.

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