miércoles, 5 de abril de 2017

El primer pollo que limpié



Enfundada en un delantal grueso, 
con el pelo atado,
separé la grasa,
y la piel. Con el cuchillo más largo,
ese que la nona me legó.
Con la punta de las uñas
mi carne no tocó la suya.
Bajo el chorro helado, arranqué
el corazón, el hígado y los riñones,
sintiendo que sólo
tocaba el agua.

Hoy, desarmo un calamar,
raspando con mis yemas todas
sus ventosas,
que caen.
Desprendo por completo
su piel,
ya no podrá ocultarse.
Me dejo bañar en su tinta
la cara, los brazos,
el cristal de mis lentes.
Me pego el rancio 
olor de su ser marino.


Y aún, temo.




Eugenia Zorrilla

Nací en el siglo pasado, en el 80, como el colectivo rojo que conectaba mi casa de la infancia en Lugano con la de toda mi familia en la otra punta de la ciudad. La mayor parte de mi vida la vivo en Córdoba, en constante mudanza, de todo. Desde niña amo los libros y adoro aprender. A veces escribía en Salsipuedes, el primer pueblo serrano que me abrigó. Desde que estoy volviendo a él, regresó el deseo de expandirme en el mundo de las palabras. Ahora el deseo es más grande. 

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